lunes, 9 de enero de 2012

La muerte de ese padre.


Como siempre, un mounstruo. Acorralando a mis hermanas y a mi madre, con esa cara de loco desposeído de control. Oliendo a la calle. No feo, pero sabemos que fuera es otro. Nos persigue con una sierra para mutilarnos. Todas se ocultan en el baño, solo quedo yo ante él. No me queda más que dar la pelea por todos. Tomo un desarmador e intento defenderme de sus manos impresionantemente grandes y fuertes. Me golpea la cara, la nuca, caigo de rodillas. Al patearme resbala y cae boca arriba, tomo mi arma y la encajo en el pecho con las dos manos. Grita y se retuerce. Pongo las palmas sobre la empuñadura del desarmador y empujo aun más. Penetra el corazón. Muere vomitando sangre. Despierto sin ningún remordimiento, ese padre nunca existió. Pero anoche murió frente a ellas. No se si ellas quieran seguirlo soñando. Yo no. A mi solo me queda el real, es decir, el de mis sueños, no el de sus pesadillas.

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