martes, 17 de abril de 2012

Su sueño es un peligro...


Murió ayer, y es que se enteró de casualidad. El pobre no lo sabía, pero cuando se dio cuenta su corazón se paró así, de golpe, fulminante. Él se sentaba a dormir por las tardes en la butaca roja de la sala, al calor de la tarde en el verano o abrigado en el invierno. En esos sueños recurrentes ella le tocaba la mano, le sonreía, cerca por momentos, alejándose en otros. A él siempre le dio miedo, era tan real… despertaba. La deseaba tanto, pero conocerla era matarla, matarse. Hubiera sido limitar ese amor perfecto a la realidad y cancelar las miles de ilusiones mutuas abrigadas con tanto fervor, con tanto cariño, con tanto detalle. Deseo de desearse. Cuando descubrió en esa nota que ella llevaba dos meses muerta comprendió su error. Por querer compartir la eternidad compartió la muerte. Y yo sé todo esto, en parte, porque algo me habían confiado. Pera también es que sueño…

domingo, 8 de abril de 2012

Manantial.

Mi boca es río sin fin,

mis manos barril sin fondo.

Me desangro a mares

pero nunca termina de salir.

Más sacan y más sale,

más sale y más tengo.

No bebo una gota del agua que corre

pero de verla bebo.

¿Que sería sin mi amigos?, solo sed, solo sed.

viernes, 6 de abril de 2012

Ceguera.


No te asustes. Claro que sé que no eres diosa ni princesa. Claro que sé que el sol no te espera en el amanecer para iluminar el día. Me doy cuenta que no es cierta tu perfección. Y no solo eso, sé que única no eres. También sé que no soy el primero en besarte hasta perder la lengua y el sentido y el rumbo y la cabeza. Ni que decir de tus ojos, que miles son iguales. Sé que tus dedos y tus manos y tus pies no tienen nada especial o diferente. Y también sé que el día que te besé por primera vez fue un día cualquiera, otro más del calendario. Y tu voz casi inaudible cuando me dices “te quiero” es igual a la de otras mujeres. Tu olor no es diferente al de ninguna y tus caricias son repetición de muchas más. Sé que no eres mía y que tuyo no soy. Tu sonrisa que me mata no es mas que otra sonrisa más. Pero que quieres, esto pasa pocas veces, la locura de dibujarte con los dedos, de inhalarte , de quererte, ... amarte. Loco soy, loco estoy, por eso eres diferente.

jueves, 5 de abril de 2012

¿Americano o capuchino?


Ya estoy harto de ser ninguneado. Si dicen que se van a ver para tomar un café deberían de cumplirme. Las cosas ya no son como antes. Antes si decían que se tomaban un café, se veían y me tomaban. Ahora parece que si no se quieren ver dicen “a ver cuando nos tomamos un café…”. Tienen que saber que siendo café mi máximo deseo es ser tomado. Entiendo que en parte soy un pretexto para ustedes, pero ¿para que me friegan si de todos modos no se van a ver?. Tómeme y después hagan lo que quieran, incluso no volverse a ver. Yo, que soy un buen café, deseo que me vean los demás salir de la cafetera, aromático, caliente, como cúspide del proceso de mi elaboración. Y digo un buen café cuando en realidad, gracias a la costumbre americana del refill, puedo ser varios. Cada vez que quedan en verse y cancelan, o a veces ni eso, quedo mal, muy mal. Ustedes tendrán que entender que cada vez que espero ser tomado y me plantan soy el hazmerreír de la cafetería. Tanta altura y tanto tueste y tanta selección y tanta madre para terminar en “ahí para la otra…”. Si no se quieren ver, pues quédense de ver en otro sitio. Digan “nos tomamos una Coca para vernos?” o un Redbull, si es que lo que les late del café es la cafeína. “Que te parece si nos vemos para tomarnos una Yoli?”, en caso de que quieran creer que se van a plantar en Acapulco. Pero ya no me hagan sufrir, si no se van a ver queden en otra cosa, en otro lugar. Soy amargo pero tengo sentimientos.

miércoles, 4 de abril de 2012

¡Ave, Caesar, morituri te salutant!



El ruido de mi escudo al caer me distrajo. La amazona captó ese momento de duda, de miedo. Fue una milésima, pero me estaba mirando a los ojos y supe que era el fin. Como un rayo su tridente entró al tórax entre dos costillas. Una de las puntas penetró en el corazón. No sentí dolor, pero al toser me ahogué en mi sangre. Acercó su boca a mi oído y, mientras que con un golpe de muñeca giraba el arma para partírmelo en dos, me dijo: omnis amans militat. Hoy vivo aquí, en la Necrópolis, sin corazón, esperando al barquero.