lunes, 16 de julio de 2012

Canino.


Cada vez que sueño con dientes sé que no acabará bien. Tan necesarios para comer, para hablar y para lucir sano y joven. Cuando se empiezan a reblandecer me entra el pánico. Al tocar la pieza que se mueve, siento como empieza a desprenderse, sin dolor, con un pequeño crujido. Termina por ceder al tacto y cae. Trato de ponerlo en la cavidad que queda, pero es irremediable, no cabe bien otra vez. He llegado a soñar que me quedo sin ninguno  de ellos y los pongo de regreso en la mandíbula teniendo que fingir, no puedo sonreirá o hablar ya. La sola idea de ir al dentista me trastorna, saber que tendré que ir a interminables sesiones para pagar y pagar,  a citas de inicio incierto y no quedar satisfecho al final. “Vuelva mañana que ya este el puente” o “regrese el lunes que le tengamos la incrustación”. En mi deseo de ponerlos en su lugar de regreso me hago daño en las encías, que empiezan a sangrar y oler a descompuesto. Me miro en el espejo del lavamanos y compruebo como se han desprendio uno a uno y los pongo en el vaso con agua para que no se me pierdan. Amarillentos, con raíces enormes parecen dados. Al ponerlos de regreso siento la boca inchada y torpe. Despierto, y desconcertado compruebo que están ahí, en perfecto orden, todos ellos. Entonces siento mi mal aliento,  no me lavé la boca antes de acostarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario