Ser jurado no
es cosa fácil. Es horrible combatir con la primera impresión. Yo lo sentí
culpable desde el principio, tenía cara de loco. Las pruebas eran claras,
contundentes. Motivos de sobra, se quedaría con la casa, los departamentos y el
auto. Perfil sicológico exacto, odiaba a las mujeres por culpa de su madre
obsesiva y dominante. Arma homicida sus propias manos grabadas en el cuello de
Irene. Testigos los dos hombres
del bar que lo vieron salir como loco del baño de mujeres del bar “Estoril”. El
desgarrador testimonio de la amiga que describió como este monstruo la cortejó
por dos años, se casaron, y cuando ella estaba más enamorada la mató, así sin
más. El mismo se confesó culpable y lloró amargamente ante las preguntas del
fiscal. Odiaba a su madre con tal fuerza que no puedo evitar verla en la cara
de Irene, la estranguló.
Cuando el
defensor subió al estrado a la madre del criminal, todos pensamos que era una
treta muy barata. Seguramente la haría lucir como la mala para exonerar por
locura al asesino. Pero no. Era una viejita admirable. Contradijo por completo
la declaración del hijo. Siempre lo quiso, lo cuidó con cariño y lo amó con ternura.
Eso confirmó mi decisión por completo, culpable con todas las agravantes.
El padre fue el
último en declarar. Un hombre de aspecto sombrío, taciturno. Contó como fue que
se separó de su esposa e hijo cuando este tenía tres años. Cuando recibía a su
hijo cada dos fines de semana se dedicó a maltratarlo sistemáticamente hasta que
lo convenció de que su madre lo había maltratado toda su niñez. La torturas
eran indescriptibles, denigrantes. Le repetía los ultrajes que supuestamente su madre le hizo
en su infancia más temprana. Al final lloró diciendo que odiaba a su exmujer
con toda su alma y que no podía permitir que su hijo la quisiera. Lo declaramos
mentalmente inhabilitado para recibir condena, terminó en el hospital psiquiátrico.
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