lunes, 16 de julio de 2012

Primera impresión.






Ser jurado no es cosa fácil. Es horrible combatir con la primera impresión. Yo lo sentí culpable desde el principio, tenía cara de loco. Las pruebas eran claras, contundentes. Motivos de sobra, se quedaría con la casa, los departamentos y el auto. Perfil sicológico exacto, odiaba a las mujeres por culpa de su madre obsesiva y dominante. Arma homicida sus propias manos grabadas en el cuello de Irene.  Testigos los dos hombres del bar que lo vieron salir como loco del baño de mujeres del bar “Estoril”. El desgarrador testimonio de la amiga que describió como este monstruo la cortejó por dos años, se casaron, y cuando ella estaba más enamorada la mató, así sin más. El mismo se confesó culpable y lloró amargamente ante las preguntas del fiscal. Odiaba a su madre con tal fuerza que no puedo evitar verla en la cara de Irene, la estranguló.

Cuando el defensor subió al estrado a la madre del criminal, todos pensamos que era una treta muy barata. Seguramente la haría lucir como la mala para exonerar por locura al asesino. Pero no. Era una viejita admirable. Contradijo por completo la declaración del hijo. Siempre lo quiso, lo cuidó con cariño y lo amó con ternura. Eso confirmó mi decisión por completo, culpable con todas las agravantes.
 
El padre fue el último en declarar. Un hombre de aspecto sombrío, taciturno. Contó como fue que se separó de su esposa e hijo cuando este tenía tres años. Cuando recibía a su hijo cada dos fines de semana se dedicó a maltratarlo sistemáticamente hasta que lo convenció de que su madre lo había maltratado toda su niñez. La torturas eran indescriptibles, denigrantes. Le repetía los ultrajes que supuestamente su madre le hizo en su infancia más temprana. Al final lloró diciendo que odiaba a su exmujer con toda su alma y que no podía permitir que su hijo la quisiera. Lo declaramos mentalmente inhabilitado para recibir condena, terminó en el hospital psiquiátrico.

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